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Siendo ya un anciano me di cuenta de que ya sé la mayor parte de lo
que hace falta para vivir una vida plena, que no es tan complicado. lo sé. Y lo
he sabido desde hace mucho, muchísimo tiempo.
Aquí está mi credo:
TODO LO QUE HAY QUE SABER sobre cómo vivir y qué hacer y cómo debo ser
lo aprendí en el jardín de infantes.
La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino
allí, en el arenero. Estas son las cosas que aprendí:
Compártelo todo.
Juega limpio.
No le pegues a la gente.
Vuelve a poner las cosas donde las encontraste.
Limpia siempre lo que ensucies.
Pide perdón cuando lastimes a alguien.
Lávate las manos antes de comer.
Sonrójate.
Las galletas calientes y la leche fría son buenas.
Vive una vida equilibrada.
Aprende algo y piensa en algo.
Dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja cada día un poco.
Duerme la siesta.
Cuando salgas al mundo, ten cuidado con el tráfico.
Tómate de las manos y no te alejes.
Permanece atento a lo maravilloso.
Recuerda la pequeña semilla en el vaso, las raíces que bajan y
la planta sube y nadie sabe realmente cómo ni por qué,
pero todos somos así.
Los peces de colores, los ratones blancos e incluso la
pequeña semilla del vaso, todos mueren y nosotros también.
Recuerda una de las primeras palabras que me enseñaron,
una muy grande: MIRA.
Todo lo que necesitas saber está allí, en alguna parte.
La regla de oro, el amor, y la higiene básica.
La ecología y la política, la igualdad y la vida sana.
Toma cualquiera de estos ítems y tradúcelo en términos adultos
sofisticados
y aplícalo a tu vida familiar o a tu trabajo,
a tu gobierno o a tu mundo y se mantendrá verdadero, claro y firme.
Y aún es verdad, no importa cuán viejo seas, que al salir al mundo
es mejor tomarse de las manos y no alejarse demasiado".
R. FULGHUM en GRAZIANO, N. (2010)
"Había otra vez la infancia..." , Ed. La Crujía, Bs. As.